Se administran diferentes test y pruebas que valoran las funciones cognitivas (memoria, lenguaje, percepción, atención, razonamiento, planificación…) para establecer el posible grado de afectación y sus características.
La evaluación cognitiva, junto con la de aspectos conductuales y emocionales, enmarcadas siempre en la historia clínica de la persona, contribuirán al diagnóstico de las posibles causas (como por ejemplo el inicio de una Enfermedad de Alzheimer).
También ayudará a establecer las secuelas y la evolución de enfermedades ya diagnosticadas, así como a diseñar la intervención más adecuada.